Enfados
Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo, pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo, eso, eso no resulta tan sencillo.
Como pez en el agua
El agua me rodea. Me protege y me aísla. También me ahoga; sin branquias, debo encontrar una cueva en la que respirar; sacar la nariz y volver a las profundidades de mi mundo. He visitado cuevas bellas las últimas lunas. Sigo saliendo de noche, no quiero que me vean. Temo que me confundan con un ser extraño y valioso y se me lleven a una cubeta de observación como a la sirena de aquella película. Quiero seguir un tiempo buscando… ¡Vaya! Olvidé lo que estaba buscando, ¿y ahora qué? Mmmmm… Creo que me he vuelto a perder. Pues nada, otro día será, por hoy, no tengo nada más que contar. Me vuelvo a mi parcela de agua, glup, glup.
El turista autista
Dícese de aquél que se pasea entre la gente con sus auriculares puestos, ajeno a lo que ocurre a su alrededor, presenciando escenas mudas. Utiliza la música para evadirse del gentío, crearse su propio ambiente en un entorno extraño o, simplemente, para pensar con claridad mientras el mundo se mueve a su alrededor ajeno a lo que pasa por su mente.
Yo, a veces, me disfrazo de turista autista. Me calzo los auriculares y me dedico a observar. Sin llevar la música también me dedico a observar, claro, sino luego a ver qué cuento en mis mails; pero un sonido familiar tan cercano al oído que bloquea todo lo demás ejerce un extraño efecto, hace aparecer una muralla invisible tras la cual una se siente a salvo. La mente vuela por todos aquellos lugares a los que le apetece ir; imagina historias que acontecen a quienes están a su alrededor, perfectos extraños participando en una película común por ventura de una mente distraída. Es divertido y curioso. Una joven mochilera suele recibir miradas de curiosidad, a saber lo que estarán pensando de una, y la música y el aislamiento del entorno permiten modificar la escena a mi favor; me permiten ser ese intruso que por ser lo que desean tiene su consentimiento tácito para curiosear en sus movimientos, en sus vidas. Cuando te conviertes en lo que esperan de ti, se olvidan de que estás y puedes sacar provecho.
Si todo en la vida fuera tan inocente como la curiosidad de una turista… Si realmente fuera tan fácil de aceptar que alguien puede sentir interés por nosotros sin siquiera barruntar la idea de juzgarnos… Si todo el mundo se diera un paseo a solas por la vida de los demás quizá habría quien descubriera que cada cual tiene suficiente con lo suyo como para preocuparse por si el de al lado es verde o colorado, le gusta llevar melenas o pendientes, falda sobre pantalón o camisa de flores. Porque la gente en general se dedica a vivir su vida sin incordiar a los demás, al menos esa es mi impresión. Son quienes creen que los demás les observamos y juzgamos quienes se juzgan a sí mismos por comparación con el juicio previo que han hecho de nosotros. Si supieran que el centro de la Tierra está a la misma distancia de ellos que de cualquiera de nosotros… Si supieran que hace ya muchos años alguien descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol y sus movimientos no se perturban cuando éste o aquél se constipan, ni siquiera se detiene un momento a respirar cuando uno de esos personajes que han cambiado la historia de la humanidad, muere y pasa a formar parte de la cadena trófica. Si supieran que, en general, a los demás no nos importa lo que hagan con su vida (mientras no se dediquen a matar por ahí a la gente o cosas así). Pero no lo saben y viven estresados por si LA GENTE, ese maléfico ente producto de algún extraño juego mental, cree que son así o asá, esto o aquello. Preocupados por si coinciden con alguno de los estereotipos marginados de la sociedad, sin querer responsabilizarse del hecho de que es su actitud la que genera esa marginación.
Recuerdos de Argentina
Suscribirse a:
Entradas (Atom)