Qué tendrá el tres

Esto lo escribí hace días desde tierras lejanas que hoy no piso. Creí que mi renqueante ordenador se había tragado mis palabras como quien engulle una buena ración de patatas bravas, pero parece que no fue definitivo así que lo voy a lanzar, aunque solo sea como un tardío homenaje a alguien que se merece todo lo bueno que le pueda llegar.
 
A alguien le ha caído hoy un número nuevo. Un día más que ayer, un año más que el año pasado, pero parece que el tres hace pupita. Lo gracioso del caso es que es la pequeña y que la peque se haga mayor nos recuerda a los demás que el tiempo no nos deja atrás, más bien nos arrastra.
 
Hoy es uno de esos días en que estar lejos se hace durillo. Es entre semana y dudo que haya oportunidad de paella, pero es verano y seguro que encuentran la manera de poner en el mismo punto del mapa a las tres generaciones del núcleo duro y bastantes elementos de los que caen en ese rango de consanguinidad que une sin necesidad de atar y, de nuevo, Martita no estará.
 
Anyway, today is about her. La peque se nos hace mayor. No es un momento fácil en España ni para ser joven ni para hacerse mayor. Mira que ella se lo curró, eh, sacó buenas notas en el instituto, entró en una buena universidad, se sacó la carrera bien y, cuando el mercado laboral se le cerró en banda (para los licenciados la crisis empezó mucho antes de 2008), no dudó (demasiado) en hacer el petate y marchar a tierras de bretones. Seis meses se convirtieron en casi tres años y después de decenas de mataderos, miles de millas y vaya usted a saber cuántos pollos, se volvió, para delicia de mi madre y de alguno que aún no sabía la suerte que iba a tener.
 
Desde entonces sigue, con buen talante y una buena dosis de carácter, surfeando la naturaleza intermitente de su vida profesional. Le ha sacado jugo: aparte de las visitas a esta hermana nómada que tiene he perdido la cuenta de cuántos sitios ha visitado. Habrá quién se quede con eso y piense que es fácil llegar a los treinta llevando una vida de eterno adolescente. Lo reduccionista de semejante opinión da bastante penita y si me pusiera a rebatirla esto iba a acabar siendo más soporífero que un discurso político a través de una pantalla de plasma. Para aguantar hay que tener un par y mi hermana lo tiene.
 
El caso es que mi hermana es un sol. Vaya donde vaya viene a verme, me trae queso, jamón o una cometa china según el momento, y, siempre, siempre, una bocanada de aire fresco casero. No es fácil. Yo no se lo digo mucho pero se lo agradezco, la verdad. Cuando ella pasa por mi casa, esté donde esté, esa casa se hace un poquito más hogar.
 
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