Ya van dos veces esta semana que mis ojos se abren como platos al leer una noticia sobre una publicación científica.
Cuando me encontré con este titular me tuve que parar a leer la noticia. La primera no sorpresa es que se trataba de un experimento partiendo de mi pequeña amiga Drosophila melanogaster. La segunda no sorpresa es que era el trabajo de un científico español expatriado, residente en Suiza, para ser precisos. El Dr. Eduardo Moreno, premio Josef Steiner en 2008 (una minucia que parece ser que se considera el Nobel de la investigación en cáncer) ha creado una nueva especie de mosca en el laboratorio y, por eso de ser literal, la ha llamado Drosophila synthetica. La nueva mosca se diferencia de la original en que acumula una serie de mutaciones que le dan un aspecto diferente – tiene los ojos más pequeños y de distinto color, las venas de las alas son diferentes, y algunos detalles más -. En otras ocasiones se han detectado y creado moscas con mutaciones similares pero, en este caso, se ha llevado al extremo de que la nueva mosca no puede tener mosquitas con la mosca inicial y, por tanto, es una especie diferente. ¿Y para qué sirve esto? Pues, de momento, para nada – supongo que por eso no se ha publicado en una revista de más impacto que mi querida PLOS ONE -. Como dice el Dr. Moreno
Este experimento es algo como de ciencia ficción. Es ciencia básica y filosóficamente también abre un debate interesante. Demuestra el terreno que ha ganado la ciencia en temas de creación. Al principio se creía que los seres humanos eran de origen divino, después con Darwin se comprobó que con la evolución se modificaban las especies. Ahora creamos especies en un laboratorio. Es algo muy potente.
Aunque “no sirva para nada” así de primeras, la nueva especie tiene una ventaja obvia respecto a su tan sobada prima melanogaster, puesto que le puedes hacer lo que quieras – meterle genes, quitarle trozos de genoma, hacer que exprese proteínas humanas y las mil perrerías que se te ocurran – y jamás se podrá dar un cruce con las moscas presentes en la naturaleza, haciéndola más segura si cabe – los experimentos en Drosophila melanogaster ya son bastante seguros en la actualidad porque las cepas que se usan en los laboratorios acumulan numerosas mutaciones que las hacen prácticamente inviables fuera de sus tubos –.
Artificial jellyfish built from rat cells
medusa artificial construida con células de rata
Cuando me he encontrado este otro titular en Nature News he tenido que parpadear dos veces ¿Quéeeeeeeee? Y me he leído la noticia, claro. Un grupo de investigadores de Caltech en Pasadena en colaboración con un grupo de Harvard han creado una medusa (jellyfish) a partir de silicona y células cardiacas de rata. El cómo se hacen estas cosas me queda mucho más lejos que lo de antes de las moscas pero básicamente creo que viene a ser que pusieron células de corazón de rata en cultivo sobre un molde de silicona – estos moldes se utilizan en bioingeniería para conseguir que las células, al crecer, adopten formas concretas –. Al crecer sobre el molde las células de rata adoptaron la forma de una medusa y el resultado final, al que no me atrevo a llamar bicho, tiene las mismas propiedades biomecánicas que la medusa que se pretendía copiar.
y esto ¿para qué sirve? Pues en este caso, además de como prueba de concepto, es decir, para probar que con los conocimientos adecuados sobre un sistema, ese sistema se puede recrear, los autores afirman que este modelo servirá como banco de pruebas para fármacos que afecten al bombeo cardíaco. A mí, sinceramente, me parece que estas cosas pueden dar lugar a unas cuantas novelas en manos de Robin Cook, y no te digo nada si la cogen Michael Crichton y Steven Spielberg…