No creo ser capaz de hacer honor al espectáculo que tuve la suerte de contemplar hace unos días cuando entré en la carpa del Circo del Sol. A los diez segundos de empezar ya tenía todos los pelos de punta y pasé todo el tiempo (y fueron dos horas) aplaudiendo hasta no sentir las manos, con la boca entreabierta de la fascinación y, por qué no admitirlo, con los ojos queriendo hacer aguas en más de una ocasión (llamadme sensiblera, pero fue emocionante, trepidante y precioso).
Un payaso y una cometa que traen recuerdos de Peter Pan y por suerte acompañan a los payasos más payasos entretejiendo una historia que no sólo llena los huecos, sino que invita a disfrutar del entreacto y además comparte la misma calidad estética que el resto de actuaciones.
Un ejército de forzudos que construye castillos, hace piruetas y salta por los aires, vigila que todo vaya bien, asegura las escaleras y las redes, baila con los más extravagantes disfraces y entretiene al público entre actos. Además ¡sus cañones disparan confeti! Una no puede hacer sino preguntarse qué ocurriría en el mundo si todo lo que los cañones pudiesen tirar fuera confeti...
Una música que te eriza los sentimientos, más aún cuando el escenario se mueve, entra en la historia, se levantan las cortinas, se adelanta la plataforma, se despliegan las escaleras... Una batería que se convierte en uno de los actos del show, con tanta exigencia física como el que más, con la misma belleza plástica y con el añadido de la música que brota de cada uno de los golpes.
Unas contorsionistas que parecen no tener espina dorsal, componen las más extrañas figuras con sus maleables cuerpecillos y realizan movimientos imposibles a una velocidad de vértigo. Se anudan, se desanudan, se suben, se bajan, ahora por aquí, ahora por allá, ¡y cómo han hecho eso!
Unos equilibristas que no conocen la palabra miedo y no sólo caminan sino saltan, bailan y montan en bicicleta sobre la cuerda allá arriba, mientras todos nos quedamos aquí abajo con la boca abierta. A punto está de caer, pero no se conforma y repite el número, esta vez sin titubeos, y toda la carpa estalla en un aplauso.
Bailarines acrobáticos que narran una historia de amor sobre un monociclo; la elegancia del trapecio que vuela mucho antes de atarse la cuerda de seguridad; similar a la de la mujer de los aros, que nos mantiene a todos girando con ellos, con las manos tensas para que no se escape ninguno. Alguno se escapó, pero se vuelve a poner a bailar y listo.
La adrenalina de las ruedas del infierno, con giros inimaginables, caídas libres, saltos al vacío, carreras en un aire que gira y gira y gira... y el calladito equilibrista que se quiso poner a hacer el pino sobre ocho sillas puestas una sobre otra (se debió aburrir de sentarse en una que estuviera sobre el suelo)...
Un sueño, algo prodigioso. Gente confiando en gente. Gente dando soporte a gente. Gente trabajando junta para hacer algo HERMOSO.
Me alegra lo bien que lo pasaste con el Circo del Sol, removió tus sentimientos. No te pierdes nada ¡me encanta¡ te queda tiempo para todo. Siento, como tu, la muerte de Delibes, extraordinario en todos sus libros, humano y sencillo, con él también todos nos podemos emocionar. Besos de los tres oscenses
ResponderEliminar¡Gracias por seguir leyéndome! La verdad es que sí, me removió todo por dentro. Lástima que dure solamente dos horas... En abril van a España (Valencia y Santiago) con otro espectáculo. Yo de vosotros haría una visita a los primos valencianos para ir a verlo.
ResponderEliminarbesos
Creo que la visita a Valencia era el próximo "finde" por lo que resulta poco probable que podamos ir.
ResponderEliminarMe encantan tus comentarios. Marta, vas a resultar una escritora de ciencias....
Pasión de madre
ja,ja, sí, pasión de madre será. Seré de ciencias pero con la casa llena de libros era difícil no salir apreciando las letras. Además, lo uno no quita lo otro y no todas las ciencias son números, a ver cuándo pilláis eso "los de letras". Es una pena que os lo perdáis.
ResponderEliminarbesos de hija