De nuevo llegan noticias tristes. Esta noche se ha ido un profesor de historia licenciado en Filosofía, un poeta cantautor, un político de Zaragoza que tuvo las tripas de mandar a la mierda a una panda de chiquillos que le insultaban desde los butacones de la cámara de los diputados. Se ha ido José Antonio Labordeta. El beduino monegrino que metió un país en su mochila pronto estará bajando el Gállego para encontrarse con el Ebro y dejarse llevar.
Como suele ocurrir en estos casos, la marcha promueve el retorno a su obra. Sé que de pequeña escuché sus canciones, pero no las recuerdo. Sé que de no tan pequeña, lo vi pasear con su mochilica por lugares de España de los que no suelen salir en los documentales, pero sólo recuerdo verle sentado a la mesa de los lugareños, poniéndose hasta las cejas de comer. Sé que lo escuché bramar contra los políticuchos que este país nos ha dado y que, quizá por ser tan malhablada, sentí como mías sus palabras contra aquellos que lo mandaron callar. Ahora visito la página de rtve y devoro los videos que han agrupado en homenaje a él. Fue un detalle que Informe Semanal le dedicara un documental al retirarse de la política. Me encoge el alma una grabación de audio, y me voy a youtube a buscar un video en el que se le vea interpretando su “Canto a la Libertad”.
Hay quien dice que era un gruñón. Los hay que lo tachan de malhablado y grosero y no le muestran el respeto que a otros que trabajaron menos pero vistieron mejor para acudir al congreso. A mí me da igual si soltaba sapos por la boca. No lo conocía pero, a mí, anoche, se me murió alguien.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que empujarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
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