Co-evolucionando

Esto es la pera ¿Os acordáis cuando os contaba cómo las abejas japonesas habían encontrado la manera de aniquilar al avispón oteador evitando así la aniquilación de su colmena? Pues si aquello era el no va más de la estrategia de grupo, esto es la pera limonera del escapismo.

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Fotografía con microscopio electrónico de un bacteriófago ΦTE

crédito Blower et al. 2012; PLoS Genet 8(10): e1003023

El bacteriófago (que no significa otra cosa que “virus que ataca a bacterias o “comebacterias”) ΦTE es un parásito habitual de Pectobacterium atrosepticum. Esta bacteria, que hace que se pudran los tubérculos (tipo patata) de las plantas que infecta, cuando detecta que ha sido infectada por el virus se pone en modo harakiri y se suicida por el bien de sus compañeras. En lugar de cortarse el estómago como un samurai, la bacteria se mata envenenándose a sí misma: pone en marcha la producción de una toxina o veneno que acaba con su propia vida y la de los virus que lleva dentro.

Pero he aquí que el virus es capaz, al menos en un laboratorio experimental, de escapar a esta trampa mortal copiando en su propio ADN un trocito del ADN de la bacteria en el que se guarda la información para producir la toxina. Ese pequeño trocito incorporado en el virus, al ser leído durante el proceso de infección, da lugar a un ARN “antídoto” que impide que la toxina mate a la bacteria  y permite que el virus se multiplique y la mate por sí mismo cuando le parece oportuno.

Nunca subestimes las armas de tu enemigo…

Me he enterado vía Cambridge University Research News

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