Estos días hay Luna Nueva "¿Y eso que tiene especial?", dirán. Pues nada, cierto es, que la Luna suele pasar por su fase de Nueva con bastante puntualidad "¿Y entonces por qué lo mencionas?" Pues porque gracias a que no tenemos satélite a la vista, la noche es negra como el carbón y, en consecuencia, también el mar, bueno, el océano. "¿Y?" Pero qué impacientes están, oigan...
La oscuridad permite estos días disfrutar de un espectáculo impresionante en San Diego. Al fenómeno que está detrás lo llaman marea roja, y no tiene mucha gracia ya que viene a ser un problemón de superpoblación. Unos minúsculos dinoflagelados que se reproducen a lo loco y lo dejan todo hecho unos zorros. Lo genial del asunto es que el dinoflagelado que está tomando literalmente nuestras costas en estos días, el curioso Lingulodinium polyedrum, cuando sufre un meneo, ¡hace luz! En noches como hoy, se acerca una a la playa y de cuando en cuando las olas, en vez de blancas, se ven azul brillante, ¡neón! precioso...
Después de ver unas cuantas olas luminiscentes correr paralelas a la playa en La Jolla Shores, nos hemos dirijido a La Jolla Cove, lugar de obligada visita para el turista en estas tierras puesto que está habitualmente plagado de focas, leones marinos, pelícanos, cormoranes y gaviotas (que también se merecen una mención aunque las tengamos más vistas). Esta noche había varias focas cantarinas que en vano intentaban llamar la atención de los que paseaban por allí. Esta noche todos mirábamos al agua. Hemos ido allí pensando que al ser costa rocosa podríamos verlo mejor pero las olas con luces no se llegaban a apreciar bien en nuestro segundo destino. Con tanta espuma la bioluminiscencia quedaba pronto enterrada bajo la tromba de agua, aunque hemos podido ver algunas brillar con ganas y se veian aquí y allá flashes de luz de un azul intenso que asombraba. Como las olas no daban para más, nos hemos puesto a chapotear en cada pocillo de agua que había quedado atrapado al bajar la marea, y cada vez que salían luces se oían wows y look, look, look! (mira, mira, mira) que ni que hubiera salido de excursión la clase de tercero de EGB.
Nos hemos tomado un bocata mirando al mar agradeciendo la suave temperatura que nos ha acompañado hoy y charlando de todo un poco, como hacemos habitualmente, aunque esta vez no ha sido en español (fallo de la profe que entre olas con luces y áfricas está un poco despistada). Ya nos volvíamos cuando nos ha dado por volver a probar en los charcos. Qué disfrute ver cómo el agua se encendía al salpicar. Nos agachábamos al encontrar rincones de las rocas en los que las algas parecían haberse depositado y la luminiscencia se repetía al salpicar de nuevo porque, en general, parecía que a los bichillos se les acababan las pilas después de un par de salpicones. Pero, ¡ja! eso ha sido hasta que aquí a la menda le ha dado, no sé por qué razón, por meter el culo de la botella de plástico en el agua y empezar a girar ¡Aquello no se apagaba nunca! La botella ha dejado de ser divertida cuando he metido la mano y he empezado a agitar los dedos para ver como el agua alrededor de mi mano se volvía azul, ¡azul neón! Solo había que meter la mano bajo la superficie y aquellos bichejos no se cansaban de brillar formando una nebulosa que hacía que mis dedos se dibujaran al más puro estilo Tron.
No he capuzado, pero me he puesto los vaqueros hechos un asquito de apoyar las rodillas para meter el brazo hasta el codo y empujar olas brillantes. Me lo he pasado pipa, y me he acordado un montón de mi sobrino. Las ranas de Codos no tienen nada que hacer al lado de un agua que echa luces. Mañana mismo nos íbamos los dos enfundados en un neopreno a chapotear e iluminar el Pacífico para delirio de los que nos vieran desde la orilla y regocijo nuestro.
Nos hemos tomado un bocata mirando al mar agradeciendo la suave temperatura que nos ha acompañado hoy y charlando de todo un poco, como hacemos habitualmente, aunque esta vez no ha sido en español (fallo de la profe que entre olas con luces y áfricas está un poco despistada). Ya nos volvíamos cuando nos ha dado por volver a probar en los charcos. Qué disfrute ver cómo el agua se encendía al salpicar. Nos agachábamos al encontrar rincones de las rocas en los que las algas parecían haberse depositado y la luminiscencia se repetía al salpicar de nuevo porque, en general, parecía que a los bichillos se les acababan las pilas después de un par de salpicones. Pero, ¡ja! eso ha sido hasta que aquí a la menda le ha dado, no sé por qué razón, por meter el culo de la botella de plástico en el agua y empezar a girar ¡Aquello no se apagaba nunca! La botella ha dejado de ser divertida cuando he metido la mano y he empezado a agitar los dedos para ver como el agua alrededor de mi mano se volvía azul, ¡azul neón! Solo había que meter la mano bajo la superficie y aquellos bichejos no se cansaban de brillar formando una nebulosa que hacía que mis dedos se dibujaran al más puro estilo Tron.
No he capuzado, pero me he puesto los vaqueros hechos un asquito de apoyar las rodillas para meter el brazo hasta el codo y empujar olas brillantes. Me lo he pasado pipa, y me he acordado un montón de mi sobrino. Las ranas de Codos no tienen nada que hacer al lado de un agua que echa luces. Mañana mismo nos íbamos los dos enfundados en un neopreno a chapotear e iluminar el Pacífico para delirio de los que nos vieran desde la orilla y regocijo nuestro.
No hemos conseguido que saliera ni un atisbo de luz ni en foto ni en video, pero ayer unos convecinos con más conocimientos gráficos (y probablemente mejores medios) capturaron estas imágenes que dejan ver bastante bien de qué se trata el asunto.
alucinante alucinnate lo de la luz, prima¡¡¡ me hubiera encantado chapotear eso¡¡¡ FELIZ VIAJE A AFRICA, nunca defrauda, ya veras¡¡¡
ResponderEliminarbesos ana